Publicada:
29-07-2013
Un incansable constructor
El Hermano Kuno
Stosser es misionero comboniano alemán de 82 años de edad, y tiene 56
trabajando en Perú, en donde ha construido iglesias, casas parroquiales,
conventos y hasta la catedral de Huánuco. Ahora nos cuenta su historia.
El Hermano Kuno se sintió llamado a su vocación religiosa por la
virgen María en la iglesia de su pueblo natal, en 1950. Nunca tuvo la
intención de ser sacerdote, siempre tuvo clara la idea de ser Hermano
religioso. «Escogí la misión por la lectura de la revista (Stern ten negroe)
Blacks Stern (Estrella de los negros) que recibía mi mamá. Los artículos
presentaban a Hermanos que construían casas y eso era lo que yo quería hacer.
Les envíe una carta y me aceptaron el 2 de junio de 1952. Hice el noviciado
en Ellwangen, Alemania, y mis primeros votos en diciembre de 1954».
El Hermano Kuno fue enviado a Perú, país al que llegó en 1955. En
sus primeros años como misionero, fungió como cocinero y sacristán, pero en
1964, al recibir la prelatura de Tarma, el obispo lo invitó a construir el
seminario. «Y me encantó. Aprendí solo a leer los planos. Desde entonces,
construí capillas, iglesias, casas parroquiales, conventos y hasta la
catedral de Huánuco. Yo diseñaba todo, compré instrumentos para elaborar los
planos», su trabajo consistía en lo que realiza cualquier arquitecto y maestro de obras.
En 1979, el Hermano Kuno salió de Perú para participar en el
capítulo general de los misioneros combonianos en Roma y ese mismo año fue
destinado a la provincia Alemana, en donde permaneció sólo un año. «Luego, en
1980, fui enviado a Huánuco a construir el obispado, oficinas y salas. En
1984 me pidieron construir el postulantado en Lima. Luego fui el ecónomo de
la casa. Y en mayo pasado cumplí 29 años de estar de nuevo en Perú».
Al servicio de los demás
«Nunca me arrepentí de entrar a la congregación como Hermano. Estoy
contento de serlo, doy gracias a Dios por mi vocación, porque cuando entré a
la congregación quería trabajar con mis manos para servir. Mi lema es:
“adorar y amar a Dios, amar y servir al prójimo”». Y fiel a sus principios,
este misionero comboniano de avanzada edad, platica, evangeliza y ayuda a la
gente más pobre de su comunidad: «En casa todos saben las horas que estoy en
la puerta y ya me están esperando los pobres para que los ayude. Con el
dinero que me envían familiares y amigos, compro una tonelada de arroz,
azúcar y leche y yo mismo lo reparto en la puerta. Todos los días estoy
trabajando haciendo lo que puedo».
Finalmente, el Hermano Kuno nos dijo: «le doy gracias a Dios por mi
vocación» e invitó a los jóvenes «a que se arriesguen a ser religiosos, a no
tomar la vida a la ligera, sino que aprendan a comprometerse. Servir a Dios
es lo más grandioso, pero hay que tener fe y paz del corazón, es decir, paz
consigo mismos, con la familia y en la comunidad».
Por: Claudia VILLALOBOS
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