Publicada: 04-09-2013
«El padre Aguilucho»
El padre Serafim Rodrigues nació el 14 de septiembre de 1971 y es
originario del estado de Paraná, ubicado al sur de Brasil. Después de su
formación fue ordenado sacerdote en 2008 e inmediatamente enviado a Ecuador y,
más tarde, a Perú, desde nos cuenta sus aventuras misioneras.
Antes de entrar con los combonianos estudiaba
Agronomía. A los 26 años ingresé e hice un año de preparación y después fui al
postulantado. Estudié Teología en Lima, Perú, de 2003 a 2007. Unos meses
después de haber sido ordenado sacerdote me enviaron a trabajar a Guayaquil,
Ecuador; estuve tres años por allá. Luego fui a Brasil y pedí que me enviaran
a Perú, a donde llegué el 13 de septiembre de 2012. He estado en Palca y Arequipa.
Mi trabajo consiste en la animación misionera, debo visitar colegios
y parroquias, no sólo de Arequipa sino de todo el sur de Perú, desde aquí
hasta Cusco. Para mí, esta labor consiste en animar a la Iglesia; porque si hay
algo importante que compartir con la humanidad es la persona de Jesucristo, y
a través de las revistas la gente conoce más la Palabra de Dios y la
actualidad misionera. Mi actividad consiste en acercar la revista Aguiluchos a los niños de los colegios
y llevar a las parroquias la revista Misión
sin Fronteras; también doy retiros a grupos y profesores que los
solicitan, en fin, estoy muy contento por hacer lo que se pueda para animar a
la Iglesia.
Por el momento, estoy dedicado más a los colegios y la animación con
los chicos; es una situación increíble, no es mérito mío, sino de Dios. Además,
la manera de acercarse de los niños es fantástica. Cuando llego a los
colegios los niños empiezan a gritar: «Ahí viene el padre Aguilucho». Ya no
me dicen por mi nombre, me llaman también «el padre de los Aguiluchos». Esto
me llena de alegría porque lo hacen con cariño y eso está bien. La alegría de
los niños en los colegios es increíble porque todos quieren salir a saludarme
cuando llego, pero no pueden porque la profesora está en el salón. También cuando
reciben la revista es fantástico ver la alegría en su rostro.
La verdad me encanta la animación misionera; creo que nací con el
don de comunicarme con las personas, de tener facilidad para acercarme y «encajar»
con todos; lo mismo si estoy con viejitos, con adultos o con niños; gracias a
Dios, tengo buena aceptación de parte de todos.
A los jóvenes les digo que la vida es corta y debemos buscar vivir
de manera coherente, sincera, como Dios nos pide; sea como laicos o siguiendo
la vocación religiosa o sacerdotal; lo importante es que vivan bien y sean
felices en lo que estén haciendo. Dios nos llama a cada uno de nosotros para
ser felices. La infelicidad no está en el vocabulario de Dios; Él siempre
quiere que el ser humano sea feliz.
Espero contribuir más con la Iglesia para que las personas puedan
sentirse bien y con esperanza; espero que sean cristianos alegres con la
ayuda de la Palabra de Dios, los sacramentos y al profesar su fe.
Por: Fernando DE LUCIO
Fotos: Jorge Decelis
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