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Hno. Ivan Bernardi, mccj

 

Lima, Perú

 

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Imágenes: Jorge Decelis

 

     

Publicada: 19-08-2013

 

Humildad en el servicio

 

El Hermano Iván Bernardi es originario de la región del Tirol, en Italia, de donde salieron muchos misioneros a Perú. En breves palabras, nos narra su trayectoria como misionero y, desde Lima, nos muestra su humilde testimonio de servicio.

 

Cuando era joven me impactó el encuentro con misioneros, en especial con los del Verbo Divino, que venían a mi pueblo cada año y realizaban una jornada misionera, pero yo tenía una prima que estudiaba en un colegio cerca de donde estaban los combonianos y fueron ellos los que me «acapararon». Mi mayor motivación era ayudar a los más pobres, la cuestión social me impactaba, sobre todo la pobreza y hambruna que había en África, eso me impactó y me indujo a tomar este camino.

A la edad de 18 años entré a lo que en ese tiempo se conocía como «Casa misionera», una especie de seminario ubicado en Bressanona, Italia. Ahí trabajé en la agricultura durante los primeros meses y después, en tres años aprendí el oficio de herrero. Luego fui a realizar mi noviciado en Alemania. Nunca tuve la idea de hacerme sacerdote, siempre supe que quería ser Hermano; quería ayudar a otros en la promoción social.

Mi primera misión fue en la «Ciudad de los muchachos», ubicada en la periferia de Esmeraldas, Ecuador, internado y escuela técnica en donde se impartían talleres de artes y oficios. Ahí enseñé durante varios años a trabajar el hierro, la soldadura y otras cosas. Después me encargué de la imprenta. En ese tiempo eran más o menos entre 80 y 110 muchachos internos, más los externos; en total unos 500 alumnos. La mayoría de externos eran recogidos por autobuses que iban a la ciudad. Ahí laboré cinco años, de los cuales, tres fueron como director del instituto por un accidente que tuvo el padre Lino Campesan. Me costó mucho tomar las riendas de la institución, pero esta experiencia me ayudó a progresar en mi formación como Hermano.

Recuerdo que después de varios años visité Esmeraldas, uno de los muchachos que estudiaron en aquel tiempo me reconoció y me dijo: «Hermano, muchas gracias porque ahora tengo un buen trabajo». Me contó que lo habían contratado como soldador en una empresa que construía un oleoducto que venía de la selva al puerto de dicha ciudad.

Después me enviaron como formador al Centro para la formación de Hermanos, que estuvo los primeros dos años en Quito, Ecuador, y luego se trasladó a Colombia. Después regresé a Alemania, y posteriormente me enviaron a Perú en 1998, ya tengo 15 años aquí. Los primeros años estuve como administrador en el Centro de animación misionera y luego fui enviado a la casa provincial como ecónomo en donde ya llevo 10 años y 46 desde mi primera profesión.

Estoy muy contento por estos años de vida religiosa; consciente de haber hecho algo tanto por los Hermanos como por la gente. En mi quehacer misionero siempre he ayudado a grupos vulnerables, por ahora estoy asesorando a un grupo en la periferia de Lima, donde ha aumentado mucho la población. Los primeros años asistí a un grupo de mujeres que construyó un pequeño edificio con comedor popular, guardería para que las mamás puedan ir a trabajar, una pequeña biblioteca que por la tarde ayuda a muchos alumnos a realizar sus tareas; dos veces al mes visito este grupo que ha logrado verdaderamente un progreso en todo sentido.

Durante mi trayectoria, algunos sacerdotes me decían: «¿por qué no te haces sacerdote?, pero, en cierto modo, ser Hermano me ha permitido tener un poco más de contacto con la gente. Creo, sin hacer distinciones, que tal vez un Hermano sea más capaz de «rebajarse» a los más pobres, aunque siempre depende de cada persona. Por ejemplo, el padre Lino, el que se accidentó en Esmeraldas y murió en 1982, fue un ejemplo para mí porque parecía más un Hermano que un padre.

Creo que el único método para convencer a los jóvenes de seguir cualquiera de los caminos (sacerdocio y Hermano) es el ejemplo; no hay mucho que decirles, todos debemos ser fermento para las vocaciones. Yo les diría a los lectores, principalmente a los jóvenes, que se esfuercen en el estudio y no busquen tanto la «ganancia monetaria» que dolorosamente hoy en día se ve en todos lados. Créanme que el dinero no lo es todo, y no dejen perder sus valores, entre ellos, la ayuda al prójimo.

 

Por: Fernando DE LUCIO

 

Audio: Redacción

 

 

 

 

 

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