Publicada: 05-08-2013
«Puñalada positiva y amistosa»
El comboniano Lino Eccher, de procedencia italiana, próximamente
cumplirá 45 años de ser sacerdote misionero en Perú. Él llegó a esta región
gracias a la gran amistad que llevó con un entrañable amigo y compañero en el
seminario diocesano en su país natal. Nunca imaginó la gran aventura
misionera que viviría en esta nación sudamericana.
Ingresé al seminario diocesano sin haber terminado quinto grado de
primaria, tenía 11 años de edad. Cuando estaba en los tres últimos años antes
de ingresar a la teología, recibí una motivación muy grande para ser
misionero: uno de mis compañeros y entrañable amigo dejó el seminario para
continuar sus estudios como misionero en Perú. Su ejemplo fue como una
«puñalada» positiva para seguir su ejemplo.
Cuando manifesté mi idea de dejar el seminario, mis tres superiores
me aconsejaron ingresar con los misioneros combonianos,
pues los tres tenían hermanos en esta congregación, éste fue otro signo que
el Espíritu Santo dispuso para venir a este país.
La tercera señal fue que los combonianos no tenían misiones en Perú. En ese entonces, se realizó el Concilio Vaticano
II, ahí se encontró el superior del grupo alemán en Perú con el superior
general en Roma y se abrieron las misiones en esta zona.
Me ordené el 29 de junio de 1968, el 21 de septiembre de ese año
llegué a Perú. Mi primera misión fue Yanahuanca,
departamento de Pasco, ubicada en la sierra. Después de cinco años, me
enviaron a Cerro de Pasco, donde laboré cuatro años más. Luego de hacer
animación misionera en Italia, en 1980 regresé a Perú.
Así llegué a Arequipa, «ciudad blanca» por ser limpia y también porque
las paredes de las casas y de los palacios estaban blancos por el sillar.
Desgraciadamente apareció el terrorismo, época difícil para la nación, había
inseguridad, rechazo y violencia. Me dijeron que habían intentado enviar
misioneros a Yanahuanca, pero había mucha
inseguridad y nadie quería ir. Pensé: «No puedo fallarle a mi “primer amor” (Yanahuanca)»; me quedé en esa parroquia ocho años más. En
total, 14 años de mi vida misionera he estado en esta parroquia.
Como yo tenía cinco años de experiencia en esta parroquia, conocía
perfectamente los caminos, lugares y la gente. En una ocasión, cuando
regresaba de oficiar una eucaristía en una población lejana, los terroristas
me pararon y discutí con ellos mientras me amenazaban con un arma; decían que
yo me «portaba mal», que debía pensar como sus antepasados y ser menos
paternalista, querían que no apoyara a los pobres. Les contesté: «Respeto con
respeto. Ustedes me respetan y yo a ustedes. Ustedes están en lo suyo,
déjenme a mí en el mío, yo no voy a cambiar de opinión sólo porque ustedes me
lo ordenan». Me di la media vuelta y los dejé. Nunca más me detuvieron.
En otra ocasión, me solicitaron una misa en el centro de Yanahuanca. Un poco antes hubo una incursión por parte de
los terroristas en donde iba a oficiar. Cuando llegué no encontré a nadie,
todos estaban concentrados en la Plaza de Armas. Cuando la gente me vio me
dijo: «¡Acaban de asesinar al alcalde!». Durante la intromisión de los
terroristas escucharon que se acercaba un auto, los malhechores pensaron que
era la policía, y sin pensarlo, liquidaron al alcalde. El carro que habían
escuchado había sido el mío.
También fue tiempo de mártires de la Iglesia, pues algunos fueron
asesinados debido a su fe, sobre todo sacerdotes extranjeros. Los misioneros combonianos tienen gran mérito porque han permanecido
acompañando a esta Iglesia, la presencia del pastor es quedarse en donde
están sus ovejas.
Cuando el problema del terrorismo se tranquilizó, me cambiaron a la
parroquia de San Juan Bautista de Huaraca, también
en Pasco. En 2002 llegué a Huánuco, tengo 11 años en Jesús, capital de la
provincia de Lauricocha. Entre Baños y Jesús servimos a 95 comunidades. La
mayoría de la gente proviene de otro sitio porque el clima es muy favorable,
la agricultura y la ganadería funcionan muy bien y están bien organizados.
En esta zona también hay una mina, aunque sabemos que ésta contamina
el agua que pasa cerca de la capital de la provincia. Las mujeres de aquí
apoyan bastante en la agricultura y la ganadería. Aquellas que no tienen
ganado ni chacra (tierra para cultivar), se dedican al comercio: cada dos o
tres casas existe una tienda.
La participación de la población en general dentro de la Iglesia es
preocupante. Durante décadas esta zona estuvo sin sacerdote, razón que
aprovecharon los evangélicos que llegaron y se quedaron en esta región; por
esta razón existen más evangélicos que católicos.
Actualmente, mi trabajo es tratar de inculcar a los profesores de
religión y a los catequistas ser verdaderos evangelizadores porque ellos
tienen en sus manos las comunidades. Diariamente visito escuelas primarias.
Si voy a alguna secundaria, pedimos al profesor de religión, nuestro
colaborador directo, que se encargue de inculcar valores a los alumnos.
Pronto cumpliré 45 años de mi llegada a Perú, y estoy agradecido a
Dios por permitirme perseverar y vivir experiencias positivas. Cuando saludo
a mi amigo, le recuerdo que él fue la «chispa» para ser misionero aquí.
Diariamente agradezco el regalo de mi vocación.
Por: Lulú
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